sábado, 20 de septiembre de 2008

Realidades

Corrían los primeros años de los noventa cuando la futura analógica bailarina estudiaba comunicación en Sevilla. Una mañana perezosa en los Jardines del Valle hablaba con mi amigo Alfredo sobre la clase de Estética de la Comunicación, y en concreto sobre una idea que habíamos debatido en clase con nuestro profesor Juan Bosco Díaz de Urmeneta (que me pondría en junio Matrícula de Honor en esa asignatura, uno de los grandes orgullos de mi vida). Alfredo me decía que no entendía eso de que la poesía crea vida, que la vida y las cosas ya están ahí y son lo suficientemente bellas de por sí. Yo le dije: ¿tú ves este árbol de ahí al lado que te ha pasado desapercibido? Pues si un poeta hubiera escrito un poema famoso sobre él seguro que te habrías percatado antes de su presencia, ese árbol tendría más vida, otra vida, que la que tiene aquí como mero espectador, se convertiría en protagonista de una historia diferente de la que le brinda este parque.

En aquella clase y en aquella conversación senté las bases de lo que yo entiendo por arte: crear vida, magia, imaginar realidades más allá de lo meramente superficial, inventar historias con personajes más o menos reales. Es una forma de hacer especial a los protagonistas de cualquier historia, desde la fotografía doméstica de tus gatos en brazos de Morfeo hasta el Für Elise de Beethoven.

Para mí la danza oriental dota a personas que no necesariamente se dedican a actividades artísticas de esa oportunidad para escapar de la realidad inmediata y sentirse especiales, protagonizar una historia, expresar con su cuerpo más allá de lo que pueden/suelen/les dejan expresar en sus tareas diarias. Todos tenemos cosas que contar, y ésta es una manera tan válida como cualquier otra de expresarnos más allá de las barreras cotidianas, más allá de nuestra realidad manifiesta, para sumergirnos en nuestra realidad más íntima. Distintos niveles de realidad pero igualmente auténticos.

Y es que… ¿quién no desea sentirse especial, expresarse, escapar de la realidad tangible... aunque sólo sea hasta el final de una canción?

2 comentarios:

Sarah dijo...

Yo quiero escapar de la realidad, pero porfi, algo más de lo que dura una canción.

Besoss

Sònia... no tan fiera... dijo...

:) la verdad es que la danza oriental es mágica en muchos sentidos... si me llegan a decir a mi, con todas mis inseguridades, que un día iba a hacer lo que hago hoy no me lo creería... pero es así, es mágico, es otro mundo, sólo tuyo...

Besos guapa!