Taxim. Solo improvisado de un instrumento de cuerda o viento. El músico demuestra sus talento tocando lo que le dictan su inspiración y sus sentimientos. La bailarina responde improvisando igualmente, dejándose llevar por la música, con un baile muy intimista, dramático, pero sin perder espontaneidad. Se me quedó grabada una frase que oí una vez: en el taxim debes sentir que estás en un momento privado, y debes hacer que el público se sienta privilegiado por presenciar ese momento.
Baladi. Esta palabra es tan amplia y tiene tantos significados que no se puede concretar fácilmente, así que profundizaré en ella en otra ocasión. Suele utilizarse para definir una danza alegre, muy animada y muy terrenal, en la que la bailarina se abre al público. Por lo general coincide con el ritmo Masmoudi Saguir, e incluso este ritmo es denominado a veces baladi, aunque propiamente no es su nombre.
El solo de percusión es el momento de éxtasis. Solos darbuka y bailarina, dialogando. Shimmies, golpes de cadera, acentos… todo debe encajar para dejar al público sin aliento. En los clásicos suele hacerse un recorrido por varios ritmos, desde el trance del Ayub hasta la rotundidad del Saidi. Me gusta recalcar la intensidad del Saidi, porque el público se anima muchísimo, de alguna manera recibe la alegría que este ritmo transmite y la demuestra.
La última parte de la rutina se denomina finale. Retoma la alegría del baladi, pero quizá se acelera y se intensifica, finalizando con rotundidad para que la bailarina se luzca en todo su esplendor y se entregue al público para recibir su aplauso.
Esta rutina típica no siempre se da al completo ni en este orden. Dejo aquí dos vídeos de una bailarina israelí que a mí me parece simplemente impresionante: Orit Matfsir. En el primero de ellos termina en el solo de percusión, y en el segundo sin embargo no hay solo de percusión, si bien hay partes en los que la percusión se acentúa cobrando protagonismo. Que los disfrutéis.
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